Educación para la Paz: un desafío pedagógico de nuestros tiempos. La perspectiva latinoamericana.

“La paz no sólo se define por la ausencia de guerra y de conflicto. Es también un concepto dinámico que necesita ser aprendido en términos positivos, como lo son la presencia de justicia y solidaridad social, la posibilidad para los seres humanos de realizar plenamente sus potencialidades y el respeto a su derecho a vivir con dignidad a lo largo de la vida.” Reunión Consultiva del Programa Cultura de Paz UNESCO, París, 1994.

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Alicia Cabezudo

10/4/20257 min leer

La educación para la paz es hoy un concepto pluridimensional e incluye un conjunto de elementos y prácticas que van desde las acciones de sensibilización y divulgación para promover una cultura de paz, hasta prácticas pedagógicas concretas cuyos objetivos específicos se vinculan a valores esenciales de la convivencia humana tales como el diálogo intercultural, la comprensión hacia los otros, el respeto y la defensa de los derechos de todos , la solidaridad y participación – todos ellos elementos característicos de una sociedad democrática.

Para el Dr.Johan Galtung , uno de los primeros investigadores en las nociones de conflicto, violencia y paz como campos de estudio científico - académico , la educación para la paz debe articularse desde una perspectiva más amplia que incluya no sólo “ la paz” como eje temático conceptual , sino el análisis de sus características de acuerdo a contextos específicos espacio-temporales . Debe también proponerse como un campo de investigación independiente desde el punto de vista teórico y planificando acciones prácticas para la concreción de sus objetivos en nuestra sociedad. Fundamentalmente propone el análisis de la violencia como status contrapuesto al concepto de paz y su clasificación en tres caracterizaciones: violencia directa como la agresión física claramente visible en su accionar y la violencia estructural como aquella inherente a las estructuras sociales y económicas, de manera tal que “llamar paz a una situación en la que impera la pobreza, la represión y la alienación es una parodia de paz”.[1] Agrega a su vez el concepto violencia cultural cuando la violencia estructural se institucionaliza muchas veces en forma hegemónica.

En América Latina debe reelaborarse el concepto educación para la Paz ya que generalmente se lo vincula directamente a aprendizajes promovidos en zonas y/o situaciones de conflicto tales como guerras internas o conflictos armados de larga o corta duración en territorios geográficos específicos ( caso tipo Colombia ) . También se la ve como necesaria en situaciones de violencia directa tales como hostilidad manifiesta entre grupos de diversa identidad cultural, pandillas, riñas callejeras ,enfrentamientos en núcleos urbanos, violencia doméstica, conflictos entre grupos étnicos o religiosos diferentes, conflictos por utilización de servicios, por espacios de ocupación para vivienda , etc , etc.

La dimensión actual de educación para la paz incluye otros campos de extraordinaria significación, tales como derechos humanos, género, desarrollo, desarme, medio ambiente y sustentabilidad, ecosistema y cambio climático, derechos del niño, multiculturalidad , diálogo interreligioso, análisis de los medios y su influencia en la educación etc. La noción se amplía y adquiere un sentido concreto y cotidiano en la vida de nuestra sociedad, de los países y de los individuos. En realidad la ampliación del concepto está vinculada a la noción de construcción de cultura de paz como escenario deseable a producir mediante la existencia y puesta en práctica de todos estos elementos.

Educación en derechos humanos , por ejemplo, en el marco de educación para la cultura de paz no se refiere únicamente a aspectos relacionados con las violaciones a los derechos individuales (violación, detención arbitraria, tortura, secuestros, desapariciones forzosas, exilios ) como tradicionalmente se la concebía, sobre todo a partir de la última oleada de golpes militares en América Latina que caracterizaron el continente desde los años 60’ a los 80’ aproximadamente . Sino que educación en derechos humanos fundamentalmente se compromete con el análisis del cumplimiento de los derechos sociales, culturales y políticos por parte de los estados y las situaciones de emergencia, de desamparo y vaciamiento de asistencia gubernamental que crea su omisión o falencia.

Es aquí donde el concepto de violencia estructural tiñe todos los campos de la educación para la paz y donde la acción pedagógica debe concebirse como un instrumento de conocimiento, concientización y acción - en que docentes y alumnos reflexionan juntos, estudian, analizan la realidad circundante y organizan proyectos puntuales de acciones civiles cotidianas para posibilitar la modificación de una realidad que se vuelve cada vez más excluyente y potenciadora de marginalidad.

Asistimos, en realidad, a una revisión pedagógica de viejos modelos y el concepto de paz pasa a concebirse en un sentido amplio - no sólo contrario al término “ausencia de guerra” o “silencio de los cañones” - sino potenciador de elementos y situaciones positivas deseables en la vida individual y colectiva de los pueblos.

La paz es una noción más abarcativa, más compleja ,y que nos remite a la equidad y justicia, al respeto a los derechos humanos, a los derechos de los pueblos y a la comprensión de otras realidades . Se aborda el concepto de paz como un proceso que provocaría la disminución de violencia y la profundización de la justicia , y - tal como lo manifiestan muchos autores - si bien la paz no lo es todo en la construcción de un país o de una sociedad , sin la paz todo lo demás no vale nada.

Es importante que la educación para la paz retome las demandas más concretas y sentidas por cada sociedad. En Europa esta noción integra la preocupación por el riesgo nuclear, los complejos militares industriales, los fundamentalismo religiosos, el desarrollo tecnológico sin control, el desarme, además de aspectos relacionados con problemas concretos de derechos humanos, tales como la migración, el racismo y la xenofobia.

En América Latina la educación para la paz contempla diversos enfoques, desde aquellos que surgen en particular de regiones que han vivido conflictos bélicos, hasta aquellos que la consideran como una respuesta de la sociedad civil ante la impunidad y las graves violaciones a los derechos humanos. Para muchos países el problema fundamental radica en la omisión sistemática por parte de sus gobiernos no sólo de los derechos económicos, sociales y culturales - los que no son garantidos institucionalmente - sino la violación sistemática de derechos civiles y políticos reconocidos en la historia moderna como los derechos fundantes o derechos de primera generación.

Por lo tanto, la acción educativa en nuestros países es absolutamente relevante en lo que respecta a estos temas, donde el Estado de los tiempos democráticos se ha comprometido públicamente a incluírlos en los diseños curriculares y en las políticas gubernamentales. En muchos países del continente, tales como Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Bolivia ya aparecen explícitamente enmarcados en los diseños curriculares de los diversos niveles educativos y en gran cantidad de programas de toda índole provenientes de organizaciones de la sociedad civil . Pero en otros países aún se visualizan sólo en forma parcial o “escondida” entre temáticas varias - de manera tal que las organizaciones no gubernamentales, como en muchos otros temas, se han responsabilizado de su aplicación casi en forma excluyente.

Hoy contamos, por otra parte, por encima de las decisiones gubernamentales y políticas, con un importante instrumento de difusión y concientización acerca de estos temas: el Programa de CULTURA DE PAZ, sostenido por la UNESCO desde comienzos de esta década por decisión de su entonces Secretario General, el Dr. Federico Mayor Zaragoza, altamente comprometido con las necesidades de nuestro continente y las de muchas otras regiones del mundo.

El Programa tiene como objetivos el desarrollo y preparación de proyectos temáticos vinculados a la paz, la creación de redes y sistemas de información, la prevención de conflictos armados, la reconstrucción de infraestructuras políticas y sociales que propicien el diálogo y la formación y participación democrática.

La UNESCO apoyaba a través de este programa de acción todo tipo de iniciativa local o nacional, desde aquellas tradicionales como los congresos o eventos de reflexión, hasta acciones concretas como programas en radios locales, actividades áulicas, trabajos comunitarios, investigaciones académicas y campañas puntuales relacionadas con los temas que se asocian con la construcción de una cultura de paz .

Es particularmente importante, en países como los sudamericanos, donde los contenidos vinculados a la paz o los derechos humanos no han merecido la suficiente atención por parte de los ministerios responsables, contar con el material, el apoyo y la información sistemática de esta importante y prestigiosa organización internacional, cuya labor en la promoción de una educación democrática y equitativa para todos es reconocida mundialmente. Felizmente no es el caso de Brasil con respecto a la atención a estos temas ya que éste se ha convertido en un modelo en lo que respecta al desarrollo y aplicación de programas sobre derechos humanos y paz a nivel de la educación formal y no formal así como en las políticas públicas locales, estaduales y nacional.

La educación para la paz es hoy una obligación ética, una necesidad político-social y un imperativo moral en el campo de la educación latinoamericana . Me atrevería a afirmar en el campo de la educación en todo el mundo.

Para ello es necesario articular puentes con la sociedad civil y con las organizaciones no gubernamentales. Hace falta revisar y actualizar conceptos; evaluar las prácticas; diseñar estrategias concretas de aplicación y sustentabilidad en el espacio y en el tiempo; trabajar cada uno desde diversos contextos educativos - no sólo los formales - considerando que los esfuerzos de los demás no son antagónicos sino complementarios. La educación formal, no formal e informal se fortalece en acciones complementarias e integradas que deben vincularse estratégicamente para resultar en un mayor y más profundo impacto pedagógico, político y social en este campo educativo.

La educación para la paz es también un desafío para todos los que deseamos, sinceramente, una sociedad más justa, equitativa y solidaria en el contexto actual latinoamericano.

Es un renovado compromiso con nuestros principios y objetivos asumirla y aplicarla.

Hoy, mañana. . . siempre.

Y en todos los espacios posibles. . .

A trabajar entonces!

Profesora Alicia Cabezudo Ph.D